75 años de cultura industrial en Arousa
De entre las muchas formas de recorrer la ruta que comunica Vilagarcía de Arousa con Santiago de Compostela, una de ellas, probablemente la más insospechada, permite reconstruir a su manera los orígenes de la siderurgia en Galicia. La mayoría de las piezas de fundición que pueden observarse en las edificaciones con cierta antigüedad, de los balcones y las galerías a los desagües y las arquetas, han sido fabricadas en Carril. Hoy resulta complicado hacerse una idea de aquel pasado reciente, pero lo cierto es que el pequeño núcleo arousano constituyó en su momento uno de los focos de la moderna industria del metal en el noroeste peninsular.
El otro se encontraba en Cervo, en las legendarias fábricas que el marqués de Sargadelos puso en marcha en 1806. Una relación directa une el complejo que Antonio Raimundo Ibáñez levantó a comienzos del siglo XIX para trabajar el hierro de acuerdo con métodos revolucionarios para la época, y las factorías que, cuarenta años más tarde, recogieron e impulsaron su legado a orillas del mar de Arousa. De todas ellas, solo una sobrevive a estas alturas del siglo XXI: la empresa familiar que Ramón Rey Goldar, antiguo trabajador de Alemparte, fundó en 1944 con seis trabajadores y una producción basada en pequeñas piezas de bronce.
75 años después de su nacimiento, Fundiciones Rey posee dos plantas en funcionamiento: la matriz, ubicada en Rubiáns (Vilagarcía), que da nombre al grupo y funde hierro y acero, y Rey Bronze Castings, constituida en febrero del 2016, en Cuntis, y especializada en bronce y aluminio. Ambos puntos de producción dan empleo a 67 personas y han sido capaces de protagonizar en las últimas décadas un despliegue internacional constante, que lleva a Rey a suministrar piezas para el sector naval, máquina herramienta para la industria y equipamiento para el sector de la pulpa de papel, hydro (bombeo de todo tipo de fluidos) y toda clase de industrias químicas, cementeras, petroleras y gasísticas. Su presencia se extiende a una decena de países, con fuertes vínculos con Escandinavia y el centro de Europa, y relaciones con China, Perú o Brasil.
La cuarta generación de los Rey se está incorporando a una firma que ha hecho de la difusión de la cultura industrial su forma de estar en el mundo, tal y como recoge el libro en el que el historiador Benito Manuel Pena Bayón dibuja la trayectoria de la empresa, con motivo de su 75 aniversario y el apoyo de imágenes de archivo y de las fotografías de José Luiz Oubiña. Solo otras cinco industrias gallegas pueden presumir de una especialización semejante.Hace tiempo que los equipamientos y el mobiliario urbano pasaron a un plano secundario dentro del esquema productivo de Fundiciones Rey. Pero no hace falta más que dar un paseo con los ojos abiertos por una ciudad como A Coruña para comprobar cómo su firma se multiplica en fuentes, farolas y registros, en el palco de la música o en la verja del parque de Santa Margarita, fruto del intenso trabajo que la firma arousana desarrolló para el Ayuntamiento coruñés en la década de los años 80.
El futuro apunta a la profundización en el proceso de internacionalización y a un proyecto que supondría no solo un nuevo impulso para la compañía, sino también una apertura de horizontes para la actividad industrial en Galicia. Fundiciones Rey trabaja en el que sería su tercer traslado, en esta ocasión al vecino polígono empresarial de O Pousadoiro, también en Vilagarcía. La ampliación de sus instalaciones haría posible duplicar el tamaño de las piezas que hoy pueden fundirse en su factoría, pasando de diez a veinte toneladas, y centrarse de forma particular en el acero inoxidable, con lo que se convertiría en la única fábrica gallega especializada en este sector. Pero, sobre todo, conservar sus profundas raíces en una tierra necesitada de cultura y empleo industriales.